Día 1 - Aeropuerto - Los Caminos del Gerundio

domingo, 28 de febrero de 2010
Vuelo 0951 de Lanchile con destino a la Ciudad de Santiago de Chile. Hace 23ºC en la city cordobesa. Desde la ventanilla del asiento 7L, situado sobre el ala del A318 se ve un camión de YPF que carga combustible a la aeronave. El cielo está seminublado pero parece que va a ser un día caluroso en la ciudad. Creo que voy a perdérmelo.
No tuve que pagar tasa aeroportuaria, supongo que me lo cobraron en la tarifa del pasaje. En embarque ingresaron primero los padres con infoas y luego las filas del número 15 al 28. Ahí estaba yo, primera para abordar hacia los caminos del gerundio.
La tripulación está compuesta por tres mujeres y un hombre, todos prolijos bien al estilo Lanchile. En migraciones entregué tarjeta SUM y tarjeta de embarque cuando hice el chequeo. El primer papel fue confeccionado en el trabajo, y el segundo, en casa a través del web check-in. Mis valijas fueron embaladas con film verde (U$D 10 cada una) y luego despachadas para ser deglutidas en el estómago del Airbus.
Aquí, arriba del avión, los pax con destino final STL tienen que llenar formularios entregados por los tripulantes. Los que van en tránsito no deben llenar nada.
El avión tiene 28 filas con seis cómodos asientos separados por un pasillo...y mi cuerpo tiene más de cien sensaciones de lo más extrañas, un gusto a sal de lágrima en el rostro, el olor de los afectos recientemente abrazados, más de un millón de imágenes del pasado pasado y del pasado inmediato, una infinitud de ganas de mirar el mundo sin medidas y la más inmensa necesidad de aprender a caminar nuevamente, renacer, gatear y transitar nuevos caminos, inexistentes, que se van haciendo, que se van creando al instante y en equilibrio con el espacio y el tiempo...el tiempo del gerundio...ando, endo, yendo, viniendo, volviendo, sintiendo, andando, caminando...

La danza del encuentro

sábado, 20 de febrero de 2010
Sucedió en otro tiempo y en otro lugar, ni muy lejos ni muy cerca, tan sólo fue un momento en la inmensa humanidad. Se apagaron las luces o las velas, simplemente oscureció. Sin poder verse, parados frente a frente, él la sostuvo por la cintura con su hábil brazo y fue recorriendo la más fina envergadura de su cuerpo, hasta apoderarse de él y transformarlo en su reinado. Ella, entregada al estremecimiento acusado por los cabellos de su piel, fue arqueándose lentamente. Levantó su pequeño brazo como apoyándolo en una nube invisible de aire hasta que, por ese irrazonable fenómeno, otra mano se dobló sobre la de ella, envolviéndola en una perfecta coincidencia. Quiso avanzar, pero una pierna se lo impidió. Estaba acorralada, secuestrada por la misma libertad, poseída por el cuerpo del otro, imantada y sin respiración. Hubo un suspiro cuando ambos levantaron sus cabezas...y se miraron. Era la posición más sublime de sus cuerpos, la existencia más absoluta, dos cuerpos energéticos a punto de liberarse sólo con un aleteo, un susurro, un pestañeo. Todo estaba quieto y en silencio, los cinco sentidos celebrando la comunión, la tierra girando y entonces...empezaron a bailar.
Año 2006

La Insularidad

lunes, 15 de febrero de 2010
Estar conmigo, salirme de mí, verme desde afuera. Sentirme una isla, un pedazo de continente, sola, separada de la otredad, en otra parte. Salir del fondo, aparecer en la superficie. Y querer ser descubierta, encontrar la huella que deja el otro, sutil pero profunda. Pedirle al viento que la sople, que la borre momentáneamente; o a una ola, que me roce, que me erice con su tacto, burlándose de lo duradero, de lo perpetuo. Sentirme sola pero acompañada de mí, solamente juzgada por la noche, como un artista que sólo cuenta con las estrellas. Y sumergirme otra vez en la profundidad, descubierta ya por el paso del otro, contaminada por sus huellas.
Si vuelvo a salir a la superficie no seré continente, volveré a ser isla solitaria
pero esta vez en-medio-de-la-insularidad.

De amores platónicos y aristotélicos

domingo, 7 de febrero de 2010
Platón dijo que la realidad verdadera son las formas ideales, de las que las cosas concretas no son más que copias. La idea de la cosa es su esencialidad, es la verdad absoluta, y la cosa es sólo una apariencia de la idea que sólo puede ser en el mundo del más acá. Aristóteles, en cambio, no separó el mundo en dos, sino que lo generalizó y dijo que esas ideas son la forma de la materia, el barro del ladrillo, el ladrillo de la casa.
Mi amor es un libro de filosofía. Mi amor es un amor platónico cada vez que puede sentirte sin sentidos para hacer que vivas adentro mío, y saberte real en el más allá sin estar en el más acá. Y a veces es aristotélico también si la quimera está presente en el seno de un sólo mundo, cuando por ejemplo te volvés forma para mis relatos que son la materia. Los amores platónicos son más peligrosos que los aristotélicos porque éstos últimos al menos están en un sólo mundo en el que hay producción de materia y devolución al exterior. Hay que tener cuidado con las fantasías platónicas, ser soñador no está mal y hasta puede ser verdad lo que decía Platón acerca de las ideas, pero sin dudas que difícilmente habría ideas sin sentir el mundo exterior, sin servirse y hacer uso de al menos un par de sentidos. El mundo de las apariencias es el nutriente del mundo de las ideas. Como tus besos lo son para mi imaginación...Y en el mundo de las formas y materias, puedo darle forma de ficciones a tus caricias y dibujar en un papel el ruido de tus susurros...Nada es más verdadero que las sensaciones...

El te quiero que yo quiero

sábado, 6 de febrero de 2010
Quiero que quieras que te quiera, que quieras dejarte querer. Quiero que quieras quererme sin te quieros obligados, con te quieros nacidos del querer, o de un querido sin querer, que no es lo mismo que no querer. Quiero que quieras decir te quiero como queriendo decirlo sin querer. Quiero que me quieras sin saber que me querés, sin querer quererme con conocimiento, sólo queriendo quererme con instintos. Quiero quererte con te quieros desmedidos y espontáneos, y quererte cada vez que quieras que te quiera. Quiero quererte sin incertidumbres y sin necesidad de posesión, quererte con un quiero libre y solitario que te quiere cada vez que te dejás querer...