Día 32 - No se la hora - Tulum

martes, 30 de marzo de 2010
Ayer fue un día especial. En mi hora de descanso, casi anocheciendo, me senté en la playa a mirar el mar. Era noche de luna llena, repetida sobre el agua como una mancha de aceite. Me sentí verdaderamente ajena a las preocupaciones. Mi ropa se llenó de arena por completo y no pensé en quitármela bajo ningún aspecto (a la arena, digo no?). No me preocupa. Si alguna vez me veo en la obligación de sacudirme, tendrá que ser únicamente de las preocupaciones.
Esta mañana sequé una manzana con la toalla del baño, lo hice concientemente y con lentitud; estimo que ando desafiando a las coherencias de las cosas, a lo establecido, sin pretender sentirme distinta ni ajena al mundo real. Me siento una especie de Oliveira en pleno caos existencial, me veo adentro de ese libro tomando mates con él y disfrutando del desorden. En medio de estas cuestiones, me preparé un desayuno compuesto de café instantáneo, un pomelo y dos tostadas integrales con mermelada de frutilla (la manzana era para el viaje). No pretendía ser light en absoluto, aunque a veces tengo argentinidades de ese estilo; sólo son momentos en mi vida. Lo que sí viene siendo naturalmente light...es mi mente que está como flaquita de complicaciones.
Me agrada la soledad, por momentos, ese tipo de soledad que me permite amigarme conmigo misma y relajar a mi corazón. Mientras ingería una cucharada de pomelo y me enchastraba por entero, simultánemente, alguien me mostraba fotos de una bella mujer de cuerpo armónico, piel morena y labios gruesos posando en bikini en un álbum de fotos del Facebook...y yo, y yo pensé en el aislamiento y en las ganas de evadirme. Terminé de meterme el mundo gastronómico por la boca hasta sentirme llena y, clandestinamente, armé mi bolso, preparé el mate y salí huyendo de un dpto. lleno de roturas, de ruidos metálicos, bocinas, aire húmedo de vagancia, holgazanería y olor a smog. Y me vine a Tulum. Me expliqué a mí misma que necesitaba hablarme por un rato o dejarme en silencio, sentirme a salvo de la rutina, en medio de este paraíso.

DIA 31 - 11.06 a.m. Playa del Carmen

Cambiando paradigmas, asimilando procesos, comprendiéndolos, aceptando sensaciones, sintiéndolas. Viendo más allá, donde el cielo ya no es celeste sino galaxia, pero galaxia disfrazada de celeste, me lo creo porque lo imagino y porque mi imaginación fabrica nuevas realidades. Mirando el punto central. Y en el medio del proceso...dos mujeres interactuando en un local de accesorios femeninos (pulceras, collares, cintos), tocan los objetos y una lleva uno de ellos a su nariz, para olerlos, por qué? Esa acción intuitiva e inconsiente, primitiva si se quiere, de querer meterse el mundo por la nariz. Quién no lo hace?.
Pienso en mi huída. En la facultad me explicaron el fenómeno turístico: inversiones exógenas en países subdesarrollados que se llevan los ingresos para devolver el capital a sus países de orígen y romper burbujas de jabón de una mano de obra poco calificada que veía tocar el progreso con la punta de sus dedos; grandes resorts, ostentaciones y shows capitalistas, consumismo, la locura de lo inmediato y la imperiosa necesidad de fotografiar un momento, filmarlo al instante para exponerlo en una pantalla y vivir las emociones después, en casa, en la tele o en la micropantallita de la máquina de fotos. Emocionarse por un camino que ya fue recorrido, o simplemente no emocionarse nunca. Es el viaje imposible. Estar en otro lugar, que es un "no lugar", como en casa o mejor que en casa, sin estar en casa. Una irrealidad.
Playa del Carmen es un globito que pincho con la punta de mi libro cuando piso la playa en mi hora de descanso o antes o después, de día o de noche, y me siento a oler el mar, ese mundo introvertido y reservado que todavía no ha entrado al mercado...