Estás ahí

sábado, 24 de noviembre de 2012
Mientras el día trascurre sin mayores avatares,
una palabra que pensé tres segundos antes
se aparece en la hoja del libro
que leo en un recreo laboral.
No me gustan las casualidades.
A veces.
Será que estuve atenta y la ví,
entre medio de tantas palabras.
Como ahora, que en un leve movimiento de cabeza,
visualizo la gamuza sobre la mesita de luz,
que dejé hecha un bollo, dispuesta, sin mayores ambiciones,
a sacudirme la nieve del invierno
y a limpiarme de todos los ayeres.

Cerati Style

viernes, 11 de mayo de 2012

Estamos entrando en la zona de promesas y me da algo de miedo. Quisiera pensar que no existes, que nunca planeamos hacernos daño, que nada fue un truco de apariencias. Teníamos todo para usar este amor como un puente, pero osamos quebrar la calma y de repente tu inconstancia dejó de ser  algo heroico, para ser algo enfermo. Del fuego vino el diluvio, ahí va la tempestad, ya parece un paisaje habitual. Debe ser el hábito de esperar que algo quiebre el unísono. Y ahora arrojo palabras contra la pared, llego hasta el final pidiéndote algo dulce pero vuelves a dejarme sola, y mi alimento son las cenizas de una noche larga, donde alguna vez nos revolcamos en un jardín por donde nadie pasa.

Lo más resbaladizo es creernos sin memoria. Yo aún prefiero seguir tus pasos, yo te prefiero. Creí que si me probabas verías que todos somos adictos, pero no es soberbia…es amor poder decir adiós. Quizás deba tomarme una revancha para asegurarme de que cuando pase el temblor…comprenderás que todo es mentira, que la poesía es la única verdad, que sacar belleza de este caos es virtud. Ahora hay un té para tres esperándonos. No vuelvas sin razón…no vuelvas porque estaré a un millón de años luz de casa. Aún tengo al sol para besar tu sombra.

(Palabras tomadas prestadas de un grande - Dic 2010)

Requiem para mi auto


El muy hdp se quedó en Rondeau al 150 entre Ituzaingó y Buenos Aires, alrededor de las 00.10 am. de un sábado agitado, justo al tefrén de los barcitos que están hasta las manos a esa hora. Y cuando digo “se quedó”, en realidad quiero decir que se murió porque no había manera de volverlo a arrancar. El guachito me viene haciendo de éstas ya van un par de veces consecutivas, pero lo vengo bancando porque la máquina es la máquina y uno se enamora muy fácil de las cuatro ruedas, sobre todo en una ciudad donde cualquier opción es mejor que subirte a un bondi. Lo nuestro es un verdadero amor pasional.
La cuestión fue que, amén de las innumerables e indescriptibles puteadas que me comí en plenísimo quilombo de tránsito, la noche, que prometía ser un bajón sin precedentes, se llenó de matices coloridos.

Yo me dirigía a buscar las entradas para una fiesta y mi amiga Caro me esperada en su hogar, lista para salir a reventar la noche. Me empilché, me perfumé, me maquishhhee y ahí fui donada a dejar que la vida me sorprenda. Y me sorprendió de un cachetazo inesperado. Justo a una cuadra y media del hostel de mis amigos, quienes me esperaban, como siempre, con toda la onda y la hospitalidad tan característica de ellos (Lacandona Hostel, agenden, Rondeau al 200 y pico, recomendadísimo), un contundente vaso de fernet y las entraditas que me habían reservado. Y el muy hdp se paró en plena Rondeau!.

Los changos del bar del frente (muchos norteños), que tenían una mezcla de “jaladores” como dirían mis amigos mexicanos, con patovicas, con postes de luz de la cuadra, y que eran, además, como dueños de la manzana entera, de pronto, se convirtieron en…mecánicos doctorados. En mi vida hablé con gente tan sabionda del tema. Desde afuera me tiraban todo tipo de indicaciones: “flaca, esperá un ratito, y después probá darle arranque”,  “se te ahogó un poco, dale tiempo, tenés mucho olor a nafta”, “¿Querés que te lo empujemos?”, “Seguro es la batería”. Yo sabía cuál era el problema, porque la aceituna tiene una fallita que ya me la sé de memoria. La cuestión que me bajé, resignadísima y crucé la calle a paso firme, iluminada por las luces altas de los autos con conductores rabiosamente indignados y estacioné mi traste en la silla del bar de mecánicos experimentados, esperando que la noche me siguiera llenando de sorpresas. Teléfono y tarjeta de seguro en mano, llamé al remolque (antes usaba “la grúa”, ahora “remolque” me parece más taapp), eran las 00.20 am. Tiré un par de mensajes y decidí que lo mejor era recrear mi vista viendo pasar a los personajes sabáticos de Nueva Córdoba. Y esperar.

El encargado de cocina me ofreció un vaso de coca y nos pusimos a charlar, mientras que el patovica oficial insistía con darme indicaciones post-factus, comentándome dónde debía y dónde no debía llevar a la aceituna. Y clavó: “Este autito, para colmo, es gastador, yo sé mucho de autos, tiene motor 1.5” bla bla bla. El Twingo es 1.2, no me jodas. En fin…meta charla de bueyes perdidos con el cocinero riojano, que me dijo que pasaría la semana que viene por la agencia a ver tarifas para el verano 2012. Toy ahí de venderle Playa del Carmen, una semanita all inclusive para 5. Chocha. O se es comerciante en la fortuna y en la desgracia, o no se es, esa es la cuestión.

Entre negocio y charla automovilística pasó, lo que no esperaba que pasara, he ahí la siguiente sorpresa: la Muni. “Qué leeenndooo que venga la Muni, seguro me dan una manopla”, pensé. Error. Es como que se ponen el traje de inspectores y parece que se olvidaran que son personas como uno, mutan, se transforman (como la peli “El Experimento”, veanlá es buenísima). Desde la esquina venían con la sirena prendida y no alcanzaron a llegar hasta mí que ya me estaban insultando desde el autito ese feaso que tienen que es como un auto pequeño con delirios de grandeza, que mepa que es una Kangoo. Venían directo a ponerme la multa, “No se da cuenta que está estacionada en doble fila, que eso no se puede hacer, que es infracción, que está mal”, vomitó!. “Señor, ojalá estuviera estacionada, pero no es el caso, se me quedó el auto”, le dije con cara de circunstancia. “¿Cómo que se le quedó el auto?”, ladró!. “Eeeee se me quedó, no arranca (che pedazo de pelotudoooo, me moría por decirle)”, le dije. “Cómo que no arranca?”, me dijo. “Eeeee sí eso señor, que no me arranca, quiere probar?”. “Bueno entonces ponga los triángulos de emergencia!”, me indicó. Ouchhhh, revolviendo en el baúl, sospechaba que no estaban, y efectivamente no estaban. Lo bueno de ser mujer, entre muchas otras cuestiones más, es que al margen de las condiciones femeninas a las que una puede apelar en situaciones como estas, carecemos en un altísimo porcentaje del instinto karateca que tienen los hombres, de querer agarrarse a las piñas con el primer ser masculino en actitud de agresión, que se le cruza. No voy a decir que hice uso de mis condiciones femeninas, pero casi que sí digamos, con una sonrisita nomás todo se logra, se abren muchas puertas. La que tuve que abrir, que no era puerta precisamente, fue el capot del auto que, por cierto, el del Twingo es una cagadita, creo que no llega ni al metro de largo (quería tener un R12 en ese momento, lo juro). Me perdonaron la multa y se tomaron el buque.

01.00 am. Llegó mi compañera de emociones y amiga, Caro Barmat, a bancarme como una reina! Caro sos lo más, sabelo!. Y decidimos casi que emborracharnos en el bar del lado. Nos tomamos un daiquirasooo de frutilla y nos charlamos la vida (yo más que nada, que necesitaba canalizar los nervios a través de las palabras, perdón Caritooo). Eran más de las 02.00 am. y ya llevaba mi segunda nueva amiga de la noche (el primero, el cocinero que me va a comprar la semanita en Pcm), se llama Yanina: la telefonista de la asistencia mecánica. Era como el cuarto llamado que le hacía, me había convertido en su pesadilla. El remolque estaba cada vez más cerca, aparentemente.

Nos entramos al auto a continuar la charla porque se había puesto frescolardi y, por poco no nos quedamos dormidas. Afortunadamente, el tránsito había mermado ya y habíamos podido correr la aceituna al cordón de la vereda. Charlamos, y charlamos, y esperamos y esperamos. Y a eso de las 04.00 am, cuando a la Caro de dieron ganas de ir al Pipi Room, tuvimos el agrado de encontrarnos con nuestro querido Mateo Bertone y sus amigos. Tuvo lindo no? Salió otro daiquiri, cortito, porque al toque cayó la bendita grúa y la rpmqlp!! Después de cuatro malditas horas de espera.

He viajado en grúas varias veces, pero nunca arriba de mi aceituna, inseparable aceituna verde, y menos con una amiga que me alivió gratamente la desgracia. Fue un circo, pasearnos por Nueva Córdoba arriba del auto, que estaba arriba de la grúa, a la vista de los transeúntes. Pasarme un domingo escribiendo esto y recordar con gracia la aventura, me opaca con alegría sin dudas, la mala pasada y, sobre todo, la idea de lo mucho que voy a llorar cuando me presupuesten el arreglo. Cosas que pasan, bienvenidas sean las historias para contar.

Aceituna y la conc…de…tu hna!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!. Te quiero igual.

A Marito: amigo, gracias por tu apoyo mensajístico, te juro que sufría de saber que el hostel estaba a una cuadra y media y no podía llegar!.
A la Caro: sos lo másssssss! Queda pendiente una Cachibacha, ni lo dudes. Te quiero enana! Beso enorme. Y Gracias por el aguante. Esto va dedicado a vos especialmente.
A Mateo: te cagaste de risa hdp! Jajaj me las pagarás. Viste que soy un verdadero as del volante, una grosa. Linda sorpresa verte nene, ojalá se repita.
A los canas:  la verdad que piolasos, me bancaron con los impacientes rabiosos que me puteaban sin parar y me dejaron estar ahí todo el tiempo necesario (como 4 horitas nada más, ponele).
A los chicos del bar (donde era Boca de Lobo antes): gracias por la coca, no van a leer esto, asique apenas me haga un huequito de tiempo paso a agradecer. Las indicaciones también, nunca viene mal escuchar a la voz de la experiencia! (aunque no sepan un ocote de mecánica).

Marce Paradela. Septiembre 2011.-

ME LO PREGUNTO TODOS LOS DIAS

jueves, 22 de diciembre de 2011


¿Y cómo se anima uno a vivir en la totalidad? Hay un infinito rodeándonos y todo un mundo que no llegamos a percibir, desde lo más tangible hasta lo más intangible, desde los árboles del parque que veo por mi ventana cada vez que la calma se instala en mi corazón, hasta los insectos que invaden mi privacidad durante el verano. Somos parte del todo y al todo volvemos a cada instante. Y sin embargo, nos limitamos, nos condicionamos, nos rotulamos, nos privamos, nos prohibimos, nos abandonamos, nos censuramos, nos lastimamos, nos castigamos, nos institucionalizamos, nos olvidamos de nuestra naturaleza más salvaje y primitiva.

¿Cómo aprende uno a sensibilizarse o a elegir el camino de la sensibilidad como forma de vida? ¿Cómo es posible que nos avergüence nuestra propia humanidad? ¿Cómo es que todavía creemos que la frialdad nos hará sobrevivientes? ¿Y cómo aprende uno a dimensionarla, a dosificarla, a largarla en gotitas para sobrevivir en un mundo lleno de cemento? La capacidad muda y latente en cada uno de emocionarnos cuando sucede que en menos de un pestañeo el pimpollo de ese jazmín se convierte en una flor, me eriza la piel. Y si uno logra visualizarlo…¿cómo se hace para no desaprender lo aprendido? ¿Cómo hacer para no caer en la parálisis colectiva? ¿Cómo salvarse del desamor, de la nada invasiva, de la vorágine que nos corre del eje de nuestra esencia más absoluta? ¿Cómo se salva uno de olvidarse del instinto de llorar cuando lee un poema en las mil y un maneras que existen de leer ese mundo infinito de letras que está dentro de otro mundo más infinito todavía?

Me contaron que en el África los fuegos son bajitos, permitime parafrasearte mi querido Mau. Me contaste que la llama apenas se refleja en el brillo de los ojos blancos de la gente negra que la rodea. La gente allí no se deslumbra por el resplandor de la vida, ni por las cosas materiales, ni por la fama ni por el poder. Ellos buscan el calor del de al lado. Se comparten, se abrazan, se experimentan, se buscan. Su vida no es reluciente, y en esa austeridad y en esa poquedad (palabra que no debe existir), la gente se acerca más a sus anhelos, a sus cuerpos, a sus deseos, a sus sueños. Viven en la fecundidad. Gracias Mau por compartir tu experiencia y por elegir esta sensibilidad como rieles de tu vida, por animarte a vivir en la totalidad y por decirlo y darlo todo y no guardarte nada. Porque la nada es una palabra que nunca abrazaste.

Siento una tristeza irremediable y al mismo tiempo una felicidad incontenible de estar triste. Es esa contradicción, esa ironía tan natural, de saber que siento y que sintiendo me hago parte del todo, parte del mundo y del infinito, que estoy viva, más viva que nunca. Si no sintiera…sería lo más triste de este mundo. Y aunque sienta demasiado, sentir me conecta con mi esencia. SOY lo que SIENTO, no lo que hago o digo, o pienso o construyo, o estudio o analizo, SOY lo que SIENTO ahora.

¿Y cómo hace uno para comprenderlo? ¿Dónde está el entendimiento? ¿Cuántas razones deben existir para comprender los hechos más tristes de esta vida? ¿Dónde están las explicaciones que me aliviarán? Tal vez se perdieron en el camino, o se las llevó el infinito, porque hacia allá vamos y aunque nos cansemos de buscarlas, en esa trayectoria, será muy difícil y hasta imposible encontrarlas. Y aún encontrándolas habremos satisfecho solamente a nuestro pensamiento, pero no a nuestro corazón. La verdad está justo ahí, y es una sensación. Recién entonces, cuando dejemos de buscarla y comencemos a sentirla, podremos amar la verdad. Y habrá paz, y con la paz no existen los imposibles. La ubicuidad podrá suceder solamente donde haya paz.

Hay un cosmos adentro nuestro. De estrellas estamos hechos y sólo brillan las que dejemos brillar, como dice la canción. Donde no haya una encendida será porque la hemos condicionado, la hemos reducido a una función que no es propia ni digna de ella, se la adosamos, la domesticamos así. Porque si cerrás por un instante tus ojos, podrás verte lleno de luz, y podrás recomenzar cada día, a cada instante, olvidando lo que fuiste para renacer una y otra vez. No te apagues. Vivir requiere esfuerzo, lo sé.

Siento desesperación porque desearía desde lo más profundo de mi ser que vuelvas a ser un niño, inocente y lleno de vida, para vivir el dolor con mayor naturalidad. Necesitás ser un niño otra vez, un niño que disfruta aún en la tristeza, porque la incorpora a su cuerpo, la naturaliza. Tu memoria no te permitirá naturalizar el dolor ni llevarlo dentro de tu cuerpo como un órgano más, metértelo adentro, desparramarlo, regarlo con tu sangre, incorporarlo a tus células, dejarlo ser, fluir, hacerlo formar parte de vos, y así vivir en la salud. Sin olvidar, liberate de los recuerdos, de su constancia en la memoria, hacelos pedacitos e incorporalos a tu arcilla para poder ser lo que sos y mucho más.

Necesitás volver a ser un niño, para carecer del sentido de la posesión y asegurar con la más incorruptible garantía, que sos millonario con veinte centavos, que tu reino, como el del Quijote de la Mancha, no tiene fronteras aunque la realidad te vomite su más cruel verdad diciéndote que ese magnífico reino cabe solo en tu cuarto de doce metros cuadrados. Dejá que tu reinado dure una eternidad en apenas dos horas y media de juego. Esa es la verdad más absoluta, tu alegría, tu trinchera, tu oasis en medio del desierto, tu guarida. Un mundo hecho de chocolate, como el que ocupaba tus sueños cuando dormías. La felicidad en su versión más pura.

Aunque el dolor sea un camino solitario, desearía tener ese poder de sanación, abrazarte con toda la alquimia de mi ser para liberarte de él. Y convertir el barro en oro y meterme en vos y jugar a que no tener algunas cosas es una parte indispensable de la felicidad, a que si algo no puede cambiarse, habrá que cambiar la mirada sobre ello, como los niños que pueden alimentar a sus muñecos con un plato de nada: los muñecos no engordan, engorda la mirada del niño que cree en la magia y puede agigantar sus ojos sin tomar la sopa de mamá.

No hacen falta explicaciones, tu razón te limita, te condiciona, es tu propia cárcel. Sentí, sentí con ganas, llorá con ganas, tocá con ganas, reí con ganas, comé con ganas, escuchá con ganas, cantá con ganas, conectate con el mundo y entonces…nada dejará de existir. Porque somos estrellas, eternas estrellas, interconectadas, mutables en forma, inmutables en esencia. Nada se pierde, todo se transforma. Cuando ames esa verdad…encontrarás todas las respuestas. Encontrarás la paz.

Texto: Marcela Paradela.
Fotos: Mauricio Miramontes.
Diciembre de 2011.-

La Razón

viernes, 8 de julio de 2011
La hoja en blanco. Y ella que no puede, o no debe o no sé qué. Está enojada, y lo grita por todos lados. Siempre es consigo misma, pero esta vez parece que es con vos. No puede pensar, no puede hacer lo que tiene que hacer, se le congela el pensamiento, y pasa de la emoción a la decepción, de la tristeza a la alegría en apenas un par de horas. Le dan ganas de hacer pero le parece que siempre es mejor no hacer, ya la pasó a ésta. No quiere otra más, pero tampoco quiere volverse de acero, impermeable, inalcanzable…no quiere eso. Le gusta sentir, se anima a sentir. Y se pone a prueba, se transforma en lo que querés que sea, y funciona…hasta ahí. Siempre es hasta ahí, lo que es…no puede dejar de ser. Está a punto de volverse.

Quiere leerte el capítulo 7 en el oído, quiere rayarte la espalda con sus dedos…y no la dejás. Vuelve a ser una isla, en medio de la insularidad…la otredad le resulta ajena, es un mundo adentro de otro mundo, un mar en la profundidad del océano. Y no te animás. Pero si, pero no. Cuando te vio, se enamoró, y desde entonces la canción no deja de sonar. Se emborracha para no pensar. Tus manos, la sonrisa, lo que hay que no se ve, pero que está semioculto, atrás de la persiana americana. Todo se vuelve irreversible, irrefutable, inalterable, ineludible, insuperable, insostenible. Y yo…que no se, ya no se más. Lo sabía y ahora ya no lo se. Le trato de explicar lo que debe hacer, la trato de dirigir a fuerza de estratagemas; le explico que 1 + 1 = 2 y que no hay nada más absoluto, y no hay caso…no sabe de matemáticas, no me sigue. Es que en el centro de su izquierda, el bombeador, me declara la guerra, me dispara a quemarropa con grandes dosis de sangre, y no me deja susurrarle la táctica, la receta infalible. La veo desvanecerse, hay un par de músculos que se vuelven de gelatina y le quitan contundencia, solidez. Es que te pusiste a su lado y ella está a punto de desvanecerse. Yo me doy cuenta, empieza a temblar y la estupidez se aprovecha de ella; la ayudo a racionalizar y el bombeador me diluye las palabras, siento como que le hablo adentro del agua, censurada por el fluido, y entonces no me escucha. Me veo a mí misma casi drogada, empiezo a mandibulear, ese maldito corazón!. Ya está…no hay caso, no puedo neutralizarlo, ella no quiere pensar, solamente quiere sentir. Sentirte meterte adentro de ella, despacito, como venís haciendo…pero a paso firme, con tu corazón. No la dejes, dale la mano y salgan a caminar. Haceme caso, no tiene lógica lo SE, tanto lo SE...pero haceme caso...dale la mano. No la dejes. Yo ya me perdí...

Oasis

jueves, 3 de marzo de 2011
Yo quería ser tu oasis.

Es mejor recordar lo bueno

sábado, 26 de febrero de 2011
La nostalgia es un río revoltoso cargado de sustancias del pasado que circula por la sangre, incesante. Es mejor recordar lo bueno, pasar la memoria por un colador imaginario y quedarse con la materia orgánica, donde hubo vida, magia y poder de sanación, e incorporar al porvenir esos pedacitos de momentos. Recordarlos con la misma gracia con que un niño recuerda lo divertido que fue cumplir años porque siente ansiedad por volver a cumplirlos. Recuerda con felicidad...

Lo mejor es recordar lo bueno…
Las cosquillitas de la estela de tu paso…
Las noches de burbujas de champagne, perfumes de ocasiones, rubores y labiales, trajes y corbatas y miradas de conquista…
Las sambitas del norte en mi oído, besos y caricias que jugaban a las escondidas…
El primer amor consumado en silencio entre ollas y cubiertos…
El sonido del teléfono reclamando mi atención, tu voz cantada metiéndose en mi cuerpo…
Las visitas en los baños, las cocinas, los sillones…
El desafío de colonizarte a fuerza de besos ponzoñosos y caricias estremecedoras sobre tu espalda…
El trayecto en segunda y en tercera de aquella madrugada sin embrague...
Las ganas locas de convertirte en mi reinado, de enseñarte el imperio de la dulzura, el arte de dar y recibir, el poder de la entrega…
La complicidad en la rutina, la diversión de los encuentros, las decisiones compartidas...
La paz al despedirte…la ansiedad apaciguada por la sensación aferrada a mí de que habría mucho más y mejor…
Los correos que cruzaban el océano para burlarse de la distancia…
El artilugio platónico de sentirte respirar a mi lado en esas noches de ausencia y mandarte abrazos voladores…
Los días en que quererte era mi pasatiempos...
El sabor de la locura de renunciar a todo para tocarte...
La magia del avión aterrizando en tu guarida…
Los besos en París, el deseo que pedimos en la Fontana, el helado de la playa, la noche disfrazados de mendigos y de trenes, la bruja del 71, el encuentro fingido en esa esquina romana, los colchones sobre el piso de tu cuarto, el desorden de la ropa de los dos toda mezclada…
Las fotos en la ruta de tu norte, la visita silenciosa en la cama de tu casa para regalarme la contención de tu abrazo sin que ellos lo notaran…
Y un intento de alejarnos…
La sabiduría del tiempo transcurrido, la adrenalina del reencuentro, de contarte las aventuras vividas, las ganas de volverte a ver, el sonido de los fuegos artificiales, tu acercamiento, la catedral, el abrazo reconciliador…
El comienzo de lo nuevo, la esperanza del después…
La realidad en carne viva como escenario de la nueva obra, el papel de protagonistas principales, la posibilidad de entregarnos otra vez, los proyectos compartidos, las ganas de acompañarte en tu camino…
El intento por hacer que el amor nos quede bien, la grandeza de volver a vernos dispuestos a rescatarlo del olvido, revivirlo y complicarnos los días juntos, la apuesta, el desafío de querernos...
El acuse de mi piel con cada paso de tu mano, la contemplación de tu cuerpo dormido, los lunares de tu espalda, el comienzo de la noche llena de promesas, la insistencia del "quedate un ratito más", el agobio en la mañana de mi cuerpo tatuado con tus manos, las cicatrices pasajeras de tu paso por mi sustancia, el olor a vos sobre mi piel... 
El calor de tu mano en el teatro jugando a ser los novios perfectos, la risa, el abrazo tímido en el parque, la conversación reveladora de la última noche entre las sábanas prestadas, el ruido de la lluvia por la ventana…tu dulzura, la que sé que hay en vos…

Lo mejor es recordar lo bueno…mientras la desolación pasa y la tristeza pretende hacer campamento a orillas de mis pensamientos. Es mejor recordar lo bueno para endulzar el mal sabor del amor postergado, la miel que quiso ser y no pudo. Cuando, como dice el poeta: al punto final de los finales no le quedan dos puntos suspensivos.