Es mejor recordar lo bueno

sábado, 26 de febrero de 2011
La nostalgia es un río revoltoso cargado de sustancias del pasado que circula por la sangre, incesante. Es mejor recordar lo bueno, pasar la memoria por un colador imaginario y quedarse con la materia orgánica, donde hubo vida, magia y poder de sanación, e incorporar al porvenir esos pedacitos de momentos. Recordarlos con la misma gracia con que un niño recuerda lo divertido que fue cumplir años porque siente ansiedad por volver a cumplirlos. Recuerda con felicidad...

Lo mejor es recordar lo bueno…
Las cosquillitas de la estela de tu paso…
Las noches de burbujas de champagne, perfumes de ocasiones, rubores y labiales, trajes y corbatas y miradas de conquista…
Las sambitas del norte en mi oído, besos y caricias que jugaban a las escondidas…
El primer amor consumado en silencio entre ollas y cubiertos…
El sonido del teléfono reclamando mi atención, tu voz cantada metiéndose en mi cuerpo…
Las visitas en los baños, las cocinas, los sillones…
El desafío de colonizarte a fuerza de besos ponzoñosos y caricias estremecedoras sobre tu espalda…
El trayecto en segunda y en tercera de aquella madrugada sin embrague...
Las ganas locas de convertirte en mi reinado, de enseñarte el imperio de la dulzura, el arte de dar y recibir, el poder de la entrega…
La complicidad en la rutina, la diversión de los encuentros, las decisiones compartidas...
La paz al despedirte…la ansiedad apaciguada por la sensación aferrada a mí de que habría mucho más y mejor…
Los correos que cruzaban el océano para burlarse de la distancia…
El artilugio platónico de sentirte respirar a mi lado en esas noches de ausencia y mandarte abrazos voladores…
Los días en que quererte era mi pasatiempos...
El sabor de la locura de renunciar a todo para tocarte...
La magia del avión aterrizando en tu guarida…
Los besos en París, el deseo que pedimos en la Fontana, el helado de la playa, la noche disfrazados de mendigos y de trenes, la bruja del 71, el encuentro fingido en esa esquina romana, los colchones sobre el piso de tu cuarto, el desorden de la ropa de los dos toda mezclada…
Las fotos en la ruta de tu norte, la visita silenciosa en la cama de tu casa para regalarme la contención de tu abrazo sin que ellos lo notaran…
Y un intento de alejarnos…
La sabiduría del tiempo transcurrido, la adrenalina del reencuentro, de contarte las aventuras vividas, las ganas de volverte a ver, el sonido de los fuegos artificiales, tu acercamiento, la catedral, el abrazo reconciliador…
El comienzo de lo nuevo, la esperanza del después…
La realidad en carne viva como escenario de la nueva obra, el papel de protagonistas principales, la posibilidad de entregarnos otra vez, los proyectos compartidos, las ganas de acompañarte en tu camino…
El intento por hacer que el amor nos quede bien, la grandeza de volver a vernos dispuestos a rescatarlo del olvido, revivirlo y complicarnos los días juntos, la apuesta, el desafío de querernos...
El acuse de mi piel con cada paso de tu mano, la contemplación de tu cuerpo dormido, los lunares de tu espalda, el comienzo de la noche llena de promesas, la insistencia del "quedate un ratito más", el agobio en la mañana de mi cuerpo tatuado con tus manos, las cicatrices pasajeras de tu paso por mi sustancia, el olor a vos sobre mi piel... 
El calor de tu mano en el teatro jugando a ser los novios perfectos, la risa, el abrazo tímido en el parque, la conversación reveladora de la última noche entre las sábanas prestadas, el ruido de la lluvia por la ventana…tu dulzura, la que sé que hay en vos…

Lo mejor es recordar lo bueno…mientras la desolación pasa y la tristeza pretende hacer campamento a orillas de mis pensamientos. Es mejor recordar lo bueno para endulzar el mal sabor del amor postergado, la miel que quiso ser y no pudo. Cuando, como dice el poeta: al punto final de los finales no le quedan dos puntos suspensivos.

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